La historia de Shamim es una de encarcelamiento, resistencia y servicio a los valores humanitarios de la comunidad y fe “bahá’í”, oprimida por el gobierno iraní. Shamim vive en Yazd, una maravillosa ciudad antigua catalogada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Me pidió que incluyera la foto de su abuelo, que fue ejecutado, en el retrato. “Podría haber ocultado el hecho de que era bahá’í para salvar su vida, pero no lo hizo. Fue asesinado en 1981, dos años después de la revolución. El gobierno no quiere reconocer que existimos, aunque somos la religión minoritaria más grande de Irán.
“Cuando iba a la escuela, me permitían no unirme a las oraciones o no ayunar con los estudiantes musulmanes, mientras que podía hacerlo en el período tradicional bahá'í, pero simplemente no podía decir la razón por la cual, ya que la existencia de los bahá'ís se mantiene como un secreto”. Le pregunto por qué no está pensando en la posibilidad de salir del país. “Demasiadas cosas me mantienen arraigado: mi abuela, familia, y amigos. Además, quiero hacer lo que pueda por mi gente aquí y demostrar con mi comportamiento que somos buenos. Creemos en servir a la humanidad, a nuestro prójimo; queremos que todo el mundo esté unido. Ponemos a los demás antes que nosotros”.
Shamime estuvo encarcelado durante tres años y dos meses, hasta 2016, luego de que hiciera un video para una estación de televisión extranjera que mostraba los restos del cementerio bahá'í, un lugar que les fue asignado después de la revolución. Todos los árboles plantados y laboriosamente regados durante 30 años habían sido cortados y las tumbas destruidas y llenas de basura. “Fui al gobierno y me dijeron que nuestra religión es ilegal, por lo que ese lugar debe cerrarse. La policía vino sin mandato y me encerró. Mi madre también fue encarcelada, en 2015, por consultar y ayudar a otros bahá'ís. Si ayudas a los bahá’ís, dicen que estás profesando contra el gobierno”.
Los bahá'ís tienen prohibido estudiar en la universidad, por lo que Shamime obtuvo su título de electricista industrial del BIHE (Instituto Bahai de Educación Superior), que opera principalmente en línea, con algunas tutorías presenciales. Trabaja en un servicio postventa de máquinas de limpieza. Ha enterrado personalmente a tres bahá’ís muertos por el Covid-19 en el último mes.