Nadie sabe cómo ayudar a los pobres mejor que los que han estado en la misma condición. Slomo creció en Petare, un barrio pobre de Caracas, Venezuela, uno de los más peligrosos de América Latina. Logró salir de la pobreza paso a paso y fundó la ONG Salud para África. Hoy, dedica su vida a ayudar a los pobres en sus necesidades médicas.
Conocí a Slomo en Madrid. Compartimos piso antes de la cuarentena, luego, mientras yo me mudaba a un estudio de arte para poder trabajar durante el confinamiento, él seguía estando afuera para ser útil a los hospitales desbordados por la repentina gran cantidad de casos de Covid. “Estaba por partir hacia el Congo, Kivu del Norte, que aún no está libre de la guerra civil, y donde hay un nuevo brote de la enfermedad del ébola, ahora con los vuelos cancelados, estaba atrapado en una pandemia diferente en España”, dice Shlomo con su risa distintiva.
El camino de Slomo para salir de la pobreza es extraordinario. “Cuando era niño, mis padres tenían miedo de dejarme salir por los alrededores de Petare, entonces, cuando tenía 14 años, todos nos mudamos a Cali, en Colombia, donde teníamos algunos familiares. Allí estudié enfermería y conseguí un trabajo para luego poder pagar mis estudios de abogado. Entre los 18 y 19 años tuve dos hijos con mi novia, otra enfermera. Caminaba de la universidad al hospital y de regreso a casa todo el tiempo para ahorrar en transporte público. Si había algo de pan que no se usara en el hospital, se lo llevaba a mis hijos. Mi relación no funcionó, y cuando mi novia encontró a otro hombre, me fui a España.
“Me quedé en Madrid porque una chica con la que tuve una relación de un año se casó conmigo para ayudarme a legalizar mis documentos. Luego tuve que buscar resguardo y recibí la ayuda de 6 hombres de Senegal. ¡Todos estaban todavía indocumentados! De allí surgió la idea de que podía ayudar a su gente en África como una forma de agradecerles. Mientras trabajaba en un hospital para ganarme la vida, volví para completar mis estudios de abogacía, y cuando conocí a María, otra enfermera, decidimos fundar una ONG.
“Recogemos maquinaria vieja y medicamentos de los hospitales españoles que todavía funcionan o no están caducados y los enviamos en contenedores a África. Algunas máquinas pesan 300 kg y tengo que encontrar la manera de desmantelarlas y luego volver a armarlas en África. ¡A veces no es tan simple! Vuelo con otros voluntarios médicos a los destinos donde se envían nuestros contenedores y les enseño a los médicos y al personal local cómo usarlos. Los médicos y enfermeras españoles son todos voluntarios en una etapa de su vida en la que no tienen compromisos fuertes; no son pagados. Yo mismo tengo que pagar los transportes cuando no puedo encontrar un agente marítimo dispuesto a ayudar. Nuestra verdadera recompensa es ir a África y sentir que estamos haciendo algo bueno por las personas necesitadas. Esa satisfacción no tiene precio”.