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Inmaculada,

Almería, España


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Inmaculada, Almería, España

“No lo hago por dinero o fama. Creo que tengo la misión de compartir mi amor y experiencia en la agricultura y crear conciencia sobre los problemas que enfrentan las mujeres agricultoras en este campo”.

“Cuando crezcan, me gustaría que mis hijas fueran agricultoras”, dice Inma. Como mujer soltera en el mundo patriarcal de la agricultura, Inma (Inmaculada Idañez) desafía todos los estereotipos y convenciones. Aunque se siente más cómoda sentada en la arena que en una silla para la entrevista, su discurso es tan claro y ameno que ha llegado a compartir mesa con ministros y presidentes. En el 2019, la tercera vez que participó en la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de Naciones Unidas en Nueva York, fue invitada a hablar: “No lo hago por dinero ni por fama. Creo que tengo la misión de compartir mi amor y experiencia en la agricultura y crear conciencia sobre los problemas que enfrentan las mujeres agricultoras en este campo”.

Ella cultiva tomates Raf orgánicos en Almería, sur de España, que, del desierto y la pobreza, se ha convertido en el “Jardín de Europa”, con amplios y modernos invernaderos. El invernadero de Inma está cultivando sandías después de tres años de tomates. “El suelo necesita unos meses para regenerarse ecológicamente”, explica Inma. Ella coloca abejorros en su invernadero para fomentar la polinización cruzada de las plantas, y el plástico que cubre parcialmente el suelo evita que aparezcan malas hierbas e insectos. Inma dedica todos los días, excepto el domingo, a cuidar las plantas que llevarán tomates u otras hortalizas a Alemania, Reino Unido, Francia u Holanda. También está ocupada como presidenta de CERES (Asociación de Mujeres Agricultoras) en Andalucía y la única mujer al frente de COAG, el organismo español que regula todo lo relacionado con la agricultura.

Inma fue la primera de cuatro hijos, la única mujer. Como sus padres eran agricultores, tuvo que criar a sus hermanos y trabajar en el campo; por lo tanto, no podía estudiar, aunque quería.

Durante la pandemia, Inma se sintió privilegiada; su sector era considerado fundamental, y podía seguir trabajando, con un fuerte compromiso de contribuir a alimentar a la sociedad. Sin embargo, aunque la demanda aumentó hasta un 40 por ciento, al igual que los precios, los agricultores no se beneficiaron, afirma. Demasiada especulación no recompensa a los productores, que pasan sus días trabajando duro a temperaturas de sauna, razón por la cual las generaciones más jóvenes no quieren seguir el camino de sus padres y convertirse en agricultores.