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Fernando,

Cancún, Mexico


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Fernando, Cancún, Mexico

“Llegué al final de mi aventura y de mis ahorros”, comienza Fernando en la entrevista. Su actitud es melancólica pero esperanzadora mientras observa la maleta.

“Llegué al final de mi aventura y de mis ahorros”, comienza Fernando en la entrevista. Su actitud es melancólica pero esperanzadora mientras observa la maleta. Pronto volará a Houston, Texas, donde viven sus hermanos, para un nuevo comienzo. El apartamento de lujo donde vive ahora está vacío, después de una venta de garaje de 5 días donde regaló todas sus pertenencias. Solo quedan algunos libros, calaveras y unos guantes de boxeo, amontonados en la esquina donde le pido que pose. Hoy se ha despedido de sus amigos, tras tres años y medio en Cancún, se abre y cuenta su historia.

Fernando es de Caracas. Su familia podía pagarle una buena educación artística en la ciudad de Nueva York, pero luego el fracaso de la economía de su país lo llevó a él y a sus hermanos a buscar oportunidades en el extranjero. Se mudó a Cancún, México, con su antigua novia, pero el cambio fue duro y rompió con ella después de un año. Consiguió un trabajo muy bien pagado como mayordomo en un resort de lujo y se enamoró perdidamente de una chica mexicana. Pensó que había encontrado a la pareja ideal, pero ella lo dejó en diciembre de 2019, dándole “una cucharada de su propia medicina”, dice, recordando la forma abrupta en que terminó su relación anterior.

“Me deprimí profundamente. Tenía que dejar ir el pasado, pero no podía digerir nada. perdí la fe en el amor; tal vez estaba ciego y me perdí algunas señales”. Una nube oscura lo oprimió durante meses. Incluso dejó de pasear a Mowgli, el perro que había rescatado de las calles dos años antes: “Se meaba en los muebles de la casa”, dice.

Fernando sintió una necesidad apremiante de descargar su rabia y comenzó a boxear. “Di y recibí muchos golpes mientras entrenaba, pero me sentí agradecido, incluso cuando una chica me rompió la nariz. Allí encontré buenas amistades”.

En marzo de 2020, su jefe anunció a los empleados que los turistas dejarían de venir y tendrían que despedir a todos por orden de antigüedad. Fernando aprovechó para volver al arte, hizo algunas ilustraciones pagadas y compró una bicicleta para llevar comida a domicilio. “Cancún sigue estando muerto, y es hora de dejar esta linda casa que me atormenta, pues tenía planeado vivir aquí con mi novia”. Finalmente retrato a Fernando, pero primero se pone unos aretes y, mientras lo dibujo, me cuenta más de su historia…