“Estoy celoso de ver a la gente haciendo proyectos durante la cuarentena. ¡Para mí, los primeros 9 meses de la pandemia fueron los más críticos de mi vida!” Austin es pintor, y por un ingreso estable, trabaja en un hospital registrando pacientes. Aún así, lograba disponer de 7 u 8 horas a la semana para su pintura, ya fuera por la noche, después de que su esposa e hija se fueran a dormir, o aprovechando los descansos para almorzar en el hospital. “Sabiendo lo limitado que es mi tiempo, he aprendido a aprovechar cada minuto al máximo”, dice.
En su garaje, donde se realiza la entrevista, además de grandes camionetas, hay materiales de arte por todas partes, mezclados con equipos de gimnasia que usa cuando toma descansos de pintar. En el caballete se encuentra su última pintura, una mujer embarazada desnuda iluminada por la típica luz roja del atardecer en Alaska, contra las frías sombras azuladas del hielo y la nieve. Le tomó 8 meses completarlo, aunque también hizo pequeñas pinturas en el hospital durante las pausas para el almuerzo.
Homer es un pueblo de pescadores con una enorme bahía y que atrae a muchos artistas. Abre la puerta del garaje para mostrarme cómo es afuera. Hay un metro y medio de nieve, árboles y ninguna casa vecina lo suficientemente cerca para ser vista. Aquí nadie usa mascarillas; puedes caminar durante una hora y no ver a nadie. En este período hay luz durante 15 horas, pero en invierno es solo una noche continua y oscura. “No me afecta, me mantengo ocupado y sé que eventualmente llegará la luz”, dice.
Le pregunto a Austin cómo llegó a Alaska, siendo originario de Colorado, y me dice que se graduó justo después de la gran recesión económica del 2008. No había muchas oportunidades de ganarse la vida decentemente. Un amigo suyo le dijo que había conseguido un trabajo bien pagado en Alaska, por lo que Austin decidió mudarse y consiguió un trabajo en el hospital. Aunque para sus pinturas, los estados inferiores de los EE. UU. son un mejor mercado, la estabilidad aquí es la clave.